La molécula de Ozono (O3), compuesta de tres átomos de Oxígeno (O1), tiene carga negativa, y sabemos que las cargas negativas eliminan los radicales libres que causan el cáncer.
Las cargas negativas, tal y como ocurre con cualquier imán, son atraídas rápidamente por las cargas positivas y aquí es donde radica el milagro.
Los microorganismos patógenos (bacterias, virus, hongos, priones, esporas, moléculas de olor…) tienen carga positiva, y al chocar con éstas, gracias al alto poder oxidante del Ozono, son destruidas casi de forma inmediata, destruyéndose a la vez también el Ozono, el cual perderá un átomo de Oxígeno (O1), dejando como residual la molécula de Oxígeno (O2).
Tal y como ocurre en el juego del ‘como cocos’, las moléculas de Ozono actuarán velozmente «comiendo» o eliminando cualquier patógeno en aire o agua. Cuando han terminado con todo, es entonces cuando empieza a apreciarse el exceso de Ozono mediante su característico olor. Por tanto, podemos ajustar el generador de Ozono hasta el límite justo en el que elimine cualquier producción de contaminantes sin llegar a producir ningún tipo de olor.
Desde principios de siglo XX se usó para tratamiento del agua y posteriormente para purificar el aire. Incluso se emplea directamente sobre el organismo humano con fines terapéuticos (Ozono terapia). El Ozono, aplicado al ambiente, realiza tres acciones fundamentales:
Se trata de una propiedad fácilmente comprobable y es muy útil en la eliminación de olores desagradables.
El ozono posee la propiedad de destruir, no solo los olores, sino directamente la causa que los produce sin añadir ningún componente químico y sin enmascararlos, creando un ambiente más fresco y agradable, como ocurre después de llover.
Además de la materia orgánica en suspensión, sobre todo en sitios cerrados, la causa de los olores son los distintos microorganismos producidos por el sudor, la humedad, el tabaco, las comidas, etc. Así, por un lado, destruye la materia orgánica por ozono lisis y por otro, ataca los microbios que se alimentan de ella.
La acción microbicida o germicida es la propiedad más importante del Ozono y por la que más aplicaciones se le atribuyen.
El Ozono puede ser considerado como el agente microbicida más rápido y eficaz que se conoce, eliminando incluso los microorganismos que no son sensibles a la desinfección con cloro. Por ello, actúa en un amplio espectro germicida que engloba la eliminación de:
El ozono (O3), al ser una variedad muy inestable del oxígeno (O2), tiende a perder rápidamente el átomo extra, algo que ocasiona que desgrane las partículas de suciedad, ejerciendo un efecto blanqueante en los tejidos y ayudando, en parte, a reducir la necesidad de utilizar productos químicos y agua caliente (a partir de 40º C el Ozono se descompone con mayor rapidez). Al poder usar agua fría para limpiar, se entiende que disminuye drásticamente el consumo energético y al reducirse el uso de productos químicos, se protege de forma inmediata la salud y el medio ambiente.